Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

jueves, julio 04, 2013

Escritura de la historia, arte y erudición

Fragmento de la Real Cédula que autoriza a los jesuitas a fundar 
misión en "la provincia de La Laguna". 6 de abril de 1594.


Quizá una de las sensaciones vitales más intensas que un historiador pueda gozar, es la que surge del ejercicio del poder que ha adquirido para traer a la luz la visión de realidades del pasado, de las cuales muchas veces no ha quedado la menor huella ni recuerdo, excepto por los documentos que las atestiguan.

La eficacia de este poder para crear a través de la narración no es independiente de las fuentes ni del historiador, ya que los documentos son como guitarras: requieren del intérprete que las incite para hacerlas emitir melodías acordes a la capacidad técnica, creatividad y talento de quien las pulsa. La música proviene tanto del instrumento como del intérprete, y nada lograría el uno sin el otro. Es decir, el pasado no se encuentra en el documento. El pasado ya no existe. Todo lo que ha quedado es el testimonio en el papel, y su significado no es evidente para quien no esté perfectamente familiarizado con la cultura, lugar y época de los que procede. 

Como virtuoso, el historiador pone orden y concierto donde otros sólo pueden ver viejos papeles sin relación ni sentido. En su mente indagadora existe una piedra de toque que es a la vez hilo conductor, una hipótesis de trabajo que le lleva a investigar, a construir su propia aportación al conocimiento del pasado. Por ello la analogía: la recuperación histórica implica la existencia del instrumento documental tanto como la del virtuoso que sepa explicar la fenomenología social del pasado planteando las hipótesis con mayor fundamento y lógica.

Desde luego, el oficio de historiar requiere de una mente crítica, vasta y educada, y, sobre todo, curiosa y libre de prejuicios e ingenuidad. Los documentos disponibles son ecos, son testimonios de sociedades que no son las nuestras, aunque aquéllas hayan existido en el mismo hábitat que ocupamos al presente. Por lo tanto, dichas sociedades nos resultan extrañas, y deben ser objeto de estudio hasta llegar a la erudición.

Un magnífico caso a estudiar sería el de la Comarca Lagunera. Como historiador, no deja de llamarme la atención el hecho de que la espacialidad regional es prácticamente la construcción consensual de una sociedad que se define, proyecta y afirma a sí misma sobre cierto hábitat. En este sentido, la Comarca Lagunera, Provincia de la Laguna, País de la Laguna,  puede tener muchas historias, si consideramos cómo se pensaron a sí mismas y se proyectaron las sociedades que la han configurado.

Subsiste una marcada tendencia local a considerar la historia de La Laguna como si fuese la historia de Torreón. De alguna manera, el regionalismo lagunero busca desligarse de los lugares comunes, tanto políticos como históricos. Nuestra sociedad urbana no aspira a concebirse inserta en la dinámica de un fenómeno de larga duración que explique su mentalidad de trabajo como una característica forjada a través de siglos de historia común, neovizcaína o europea. Al contrario, reclama para sí y desde sí, el mérito y el prestigio de una comunidad que se ha creado a sí misma de la nada. Debido a ello, Torreón es la ciudad “de los grandes esfuerzos” donde la población “venció al desierto”, somos “brazo que lucha y espíritu que crea”. Nuestro equipo de futbol está conformado por “guerreros”. Al afirmar nuestra mítica identidad rechazamos de plano una alteridad definida y calificada desde nosotros mismos.


El ejercicio acrítico de esta actitud exclusivista y mutilante ha empobrecido nuestra percepción histórica de la “regionalidad” y tiende a debilitar nuestra autoestima al atribuir a conceptos inoperantes (como el de “raza”) las cualidades de fortaleza, visión empresarial y capacidad para el trabajo duro. En consecuencia, muchos insatisfechos miran hacia los Estados Unidos u otras naciones y grupos étnicos del presente o del pasado en búsqueda de una identidad adoptiva que afirme su autoestima. El desconocimiento del pasado y la falta de identificación con nuestras culturas ancestrales colonizadoras, puede llevar a eso, y quizá a mucho más.

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