Escudo de Torreón

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viernes, noviembre 21, 2008

La vida no vale nada (la de los demás, claro)



Pareciera que en México, e incluyo a la Comarca Lagunera, nos cuesta demasiado trabajo ponernos en los zapatos del otro. El “otro” suele ser una simple idea, una abstracción que no conocemos personalmente ni valoramos. Su sentir nos resulta indiferente. Y muchas veces, hasta nos reímos de su mala suerte.

Esa capacidad de sentir con el “otro” se llama “empatía”, y su ausencia denota una gran pobreza de capacidad para la vida social. ¿Será por eso que a los mexicanos se nos dificulta tanto el trabajo en equipo, porque nunca nos ponemos en el lugar del “otro”, ni nos interesa hacerlo?

Diga usted cuánto valoramos la integridad o la vida de los demás, si somos tan capaces de embriagarnos hasta decir “basta”, y aún así, manejar nuestros coches como si nada. ¿Realmente podemos decir que nos duele el dolor ajeno cuando somos capaces de transitar a altas velocidades por calles y avenidas flanqueadas de coches estacionados, donde cualquier niño se puede atravesar de improviso?

¿Tenemos la conciencia y la mente tan cerradas, que no podemos imaginar la enorme facilidad con que podemos generar accidentes? Parece que a nadie le importan las “pequeñas” situaciones que pueden convertirse en grandes desastres. Muchos culpables suelen confesar “nunca pensé que esto pudiera ocurrir”. Pero ahí está el problema: ¿por qué somos tan incapaces de evaluar, de proyectar nuestras acciones al futuro inmediato en función de la integridad, de la salud y de los derechos de los demás? Vivir en sociedad implica velar, de manera responsable, por la seguridad común. Si no es así, no nos podemos llamar creyentes, ni siquiera seres humanos. Seremos simples bestias marcadas con el hierro de Caín, indiferentes al entorno.

Muchos manejan sus frustraciones por medio de la agresión contra los demás, o peor aún, contra todo lo que se mueva. No buscan ser felices, buscan hacer desgraciados a los demás, hasta la destrucción misma, si fuera posible. No podemos seguir viviendo en el mundo mágico de la irresponsabilidad, donde las cosas nunca pasan, o donde se arreglan solas. Ser humano significa ser responsable. Y si verdaderamente los humanos somos los seres más inteligentes de la creación (lo cual dudo con mucha frecuencia) será para crear bienestar para todos los seres vivos de este planeta, comenzando por nuestros semejantes. ¿De qué sirve la inteligencia si no es empleada de manera constructiva? ¿Qué hizo Hitler con ella? ¿Qué han hecho los estadounidenses con ella? ¿Qué hacemos nosotros con ella?

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