Escudo de Torreón

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jueves, agosto 02, 2007

Bautistas en la Coahuila Porfiriana

Un artículo del periódico “El Bautista” que se editaba en León, Guanajuato, y que corresponde al jueves 28 de julio de 1910, p. 12, contiene algunos datos de interés para la historia de las minorías en Coahuila.

En la reunión que en 1910 celebró la Asociación Bautista del Estado de Coahuila en Parras, había representantes de las iglesias bautistas de Zaragoza, Allende, San Pedro, C.P. Díaz, Mapimí, C. González Ortega, Matamoros, Torreón, Gómez Palacio, Parras de la Fuente, Saltillo y Múzquiz. Mapimí y Gómez Palacio, aunque están ubicadas en el Estado de Durango, eran contadas en la Asociación Coahuilense por su condición de ciudades laguneras.

La estadística de dicha Asociación mostraba entonces 150 altas en las iglesias por bautismo (de adultos, evidentemente) y más de 750 miembros en Coahuila. Pero hubo iglesias de dicho Estado que ni estuvieron representadas, ni mandaron estadísticas.

De acuerdo a dichas estadísticas, la iglesia bautista más numerosa de Coahuila, con 134 miembros, luego la de Torreón, con 121, y la de San Pedro, con 84. De estas iglesias, la que recibió más miembros en un año fue la de Torreón, con 42; luego la de Saltillo, con 30, y la de San Pedro, con 26. Para 1910, Torreón contaba ya con un Instituto Teológico Bautista. Su director era D.H. LeSueur, y había 21 alumnos inscritos para el ciclo.

Por todo lo anterior, podemos concluir que para 1910 la Iglesia Bautista de Torreón era una denominación con pocos miembros, aunque se nota que eran tan activos como para sostener un seminario. Sin embargo, si lo vemos fríamente, una minoría no religiosa, sino étnica, como la de los chinos torreonenses, era mucho más numerosa. Tan solo los muertos del 15 de mayo de 1911 superaron casi tres veces el número de los bautistas torreonenses registrados.

La historia de nuestra ciudad es mucho más compleja y rica de lo que la hemos percibido o expresado en tiempos pretéritos. Sus fundadores realmente venían de muchos lugares y culturas. Ni todos eran extranjeros, ni todos mexicanos; ni todos católicos, ni todos protestantes, musulmanes o confucianos. La distancia que había entre las mentalidades y las costumbres de dichos grupos podía ser muy grande. Sin embargo, todos eran torreonenses y todos merecen ser recordados. Con el tiempo, la distancia cultural disminuyó, y nos hemos promediado, nos hemos vuelto más conservadores, más selectivos. Pero no debemos perder de vista que la sociedad torreonense del pasado era semejante a un mosaico bizantino, el cual, a pesar de estar constituido por tantas piezas unitarias de diversos colores y matices, brinda al espectador que lo contempla, la percepción de la unidad en la diversidad.

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