Escudo de Torreón

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lunes, abril 02, 2007

Los laguneros ¿forajidos de western?

Una curiosa nota periodística del 11 de julio de 1885 (“El Partido Liberal”) menciona que “una partida de bandidos incendió el puente de madera que había entre entre villa Lerdo y Laguna, pero afortunadamente el maquinista advirtió el peligro y detuvo el tren, impidiendo con esto una catástrofe”.

“Los contrabandistas —pues contrabandistas eran— que para consumar su atentado se habían disfrazado de indios, intentaron entonces asaltar el tren, pero los viajeros se defendieron con tal denuedo, que pusieron en fuga a los supuestos indios, con lo que dio fin un incidente que pudo haber tenido lamentables consecuencias”.

Si la información es correcta, entonces se trata de un intento de asalto al tren de pasajeros que circulaba desde Chihuahua en dirección a Zacatecas, por la línea del Ferrocarril Central Mexicano. Se le trató de emboscar quemando el puente de madera sobre el Nazas, entre Lerdo (el municipio de Lerdo) y La Laguna. La comarca coahuilense junto al Nazas era llamada anacrónicamente “Hacienda de La laguna”, San Antonio de La laguna, Matamoros de La Laguna, San Lorenzo de La Laguna, San Pedro de La laguna, etc.

Uno se preguntaría cómo se pudo organizar y esconder una cuadrilla de forajidos entre la hacienda del Torreón y el puente del ferrocarril sobre el Nazas, sin ser detectados. Es decir, los primeros sospechosos serían los mismos torreonenses, o los laguneros de la vecindad. Después de todo, la zona limítrofe entre Coahuila y Durango fue escenario de innumerables ataques, rencillas e invasiones protagonizadas por laguneros. México no estaba completamente pacificado.

Por otra parte, llama la atención el recurso mimético de los bandidos. El disfraz que desorienta a la víctima. Los asaltantes estaban disfrazados de indios. Este recurso tampoco era nuevo. El libro de Valdés Dávila y Corona Páez “Gerónimo Camargo, indio coahuileño” (Editado por la UIA-Laguna y el Ayuntamiento de Saltillo) muestra como en el siglo XVIII, ciudadanos aparentemente pacíficos y cristianos dejaban sus comunidades, se transformaban en indios salvajes para cometer sus fechorías, para luego reintegrarse a sus hogares como pacíficos cristianos.
Un último detalle que llama la atención, es que los pasajeros del tren no entraron en pánico ni en histeria. No se quedaron pasivos, al contrario, se defendieron de tal manera, que los “salvajes” salieron huyendo. Este hecho habla del temple que debían tener los colonos de estas latitudes para poder sobrevivir.

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