Escudo de Torreón

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sábado, febrero 03, 2007

Arte regional: El "señor Santiago" de Viesca

Santiago Matamoros era el nombre con que los españoles de la reconquista identificaban al venerado apóstol gallego transfigurado en guerrero que luchaba contra los musulmanes. Santiago Matamoros y su no tan honorable versión americana, Santiago Mataindios, fueron innovaciones añadidas a la imaginería popular del arte novohispano. Dondequiera que hubiese peligro de enfrentamientos con los indios belicosos, Santiago era un poderoso patrono. Es muy significativo que su emblema fuera precisamente la cruz-espada.

En San José y Santiago del Álamo (Viesca) se conserva una imagen del señor Santiago, que junto con san José, era el titular de la vicaría dependiente de la parroquia de Parras. Es de llamar la atención que si san José era el patrono de los moribundos o de la buena muerte, Santiago era el patrono de los guerreros. A partir de sus santos titulares, la vicaría perfilaba claramente para sus feligreses la expectativa de vida de lucha, o en su defecto, la de una buena muerte. Esto era particularmente importante si se toma en cuenta que las partidas de indios belicosos arremetían y asesinaban de improviso, sin que las víctimas tuviesen acceso a los últimos sacramentos. Esta era una clase de muerte documentada innumerables veces en los archivos parroquiales de lo que ahora es la Comarca Lagunera.



Es muy elocuente el óleo del apóstol Santiago que se venera en la parroquia de Viesca, la antigua San José y Santiago del Álamo, en Coahuila. Este es un cuadro del siglo xviii, neoclásico por la escuela a la que pertenece, popular por el pincel que lo realizó. En un ambiente de gran serenidad, el apóstol-jinete carga y arrolla a un resignado moro. Santiago porta en la mano izquierda un estandarte que ostenta la cruz a que dio nombre, y con la derecha blande una espada a punto de dar el golpe. El apóstol mira de manera extática hacia el cielo. Es evidente que esta representación enseñaba que combatir a los infieles era un acto de obediencia, de comunión con Dios. El moro, que por su calidad de gentil o incrédulo no podía gozar de la visión beatífica, mira hacia el jinete, que era como la manifestación y poderoso instrumento de un Dios al que no podía gozar, pero sísufrir. Solamente el caballo mira hacia el espectador con una mirada racional, casi humana.

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