Escudo de Torreón

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domingo, enero 28, 2007

Secuelas del comer

Según las estadísticas recientes, Coahuila es el estado de la federación que ocupa el primer lugar en casos de enfermedades asociadas positivamente a la obesidad.Es decir, que nuestro estado ocupa el primer lugar en problemas médicos de "gorditos" y "gorditas" de la República Mexicana. La verdad es que la obesidad se ha vuelto un verdadero problema en muchas de las regiones del planeta que cuentan con un poder adquisitivo relativamente mayor. Un caso claro es el de los Estados Unidos, donde el constante y significativo incremento del número de casos de obesidad tiene alarmados a los médicos.

¿Por qué hay un incremento considerable en el número de obesos? Sin duda alguna, los cambios en la relación entre la ingesta y consumo calóricos del género humano han generado, al menos en parte, estos resultados tan inconvenientes.

Los cambios han sido cuantitativos: la gente puede comer más. Esto es verdad, ya que los seres humanos de otras épocas comían sin llegar a la plena satisfacción. Faltaba comida y sobraba trabajo. En un mundo básicamente rural y agropecuario, los campesinos trabajaban siete días a la semana. Su eficiencia de producción de alimentos para el autoconsumo o la comercialización no era la nuestra, porque no contaban con variedades mejoradas como lo hacemos nosotros, ni con otros elementos de capital, fertilización, mercadotecnia, etc. Comían menos y trabajaban más.

Los cambios también han sido cualitativos: las zonas urbanas son más numerosas y mucho más grandes que antaño. El tipo de trabajo físico que demanda la vida en la ciudad no es comparable al que se realiza en el agro. La vida laboral del asalariado citadino se ha reglamentado, se ha domesticado con la semana de número reglamentario de horas de trabajo y con otras prestaciones que la han vuelto relativamente cómoda y bien remunerada. Hay tiempo para el ocio y dinero para disfrutarlo. En este contexto, comer es una diversión moderna, tan moderna como los torreonenses y su tradición de desayunar, comer o cenar fuera de casa, costumbre que les ha ganado la fama de manirotos.

Otro elemento de cambio cualitativo consiste en que hoy en día consumimos cosas diferentes a las que comían nuestros abuelos. Pensemos en la cantidad de carne roja que se ingiere en las comidas cotidianas, y cómo este alimento -la mayor parte del tiempo- estuvo ausente de la mesa de nuestros antepasados. Con esta dieta de carnes se han hecho presentes muchas enfermedades degenerativas. Los refrescos gaseosos dulces o "light" y la comida "chatarra" embolsada o "fast" constituyen modalidades de alimentación urbana y suburbana relativamente recientes. Y por si esto fuera poco, nuestras materias primas y productos terminados destinados a la cocina, están llenos de químicos conservadores, hormonas para el crecimiento animal, etc.

Por último, podemos advertir que con los factores mencionados concurre un cambio de mentalidad (ideas socialmente compartidas) en torno al significado y al valor que se le atribuye al acto de comer y al impacto que este hecho tiene en la estética personal vigente. La gente delgada ha estado de moda desde los años sesenta, cuando surgió aquel inolvidable fenómeno mediático llamado "Twiggy". Desde entonces, la humanidad occidental aceptó y adoptó la delgadez como propuesta estética. Desde entonces, quienes no encajan naturalmente en el paradigma de la esbeltez, se han torturado a base de dietas. Han padecido hambre y han comido lo que sea con tal de no ingerir "comida verdadera", todo por no engordar. La gente ha trastocado sus viejos hábitos alimenticios y ha sometido a gran estrés su aparato digestivo y demás órganos. No es casualidad que en esta misma época se hayan incrementado como nunca los casos de bulimia y anorexia. En pocas palabras: de manera paradójica, la obesidad y sus secuelas irrumpen en nuestra vida cotidiana mientras más se le trata de evitar por medio de artificios diferentes al sano equilibrio de consumo y gasto de energía. La enfermedad parece ser el precio de la abundancia.

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