Escudo de Torreón

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viernes, enero 12, 2007

Antropología del chisme

Ya en otra ocasión he mencionado el fenómeno (tan común en Torreón) del canibalismo entre intelectuales, creadores y agentes de la cultura. La intolerancia, la antipatía y la envidia parecen ser pasiones demasiado frecuentes en este medio. Hasta ciero punto es una ventaja que los artistas sean gente de pasiones intensas. Con una actitud creativa, la pasión es inspiración, fuerza potencial, capacidad creadora.

La pasión es un sentimiento que se padece, en el sentido pasivo del término. Es decir, es algo que se genera involuntariamente, algo que nos impacta, que nos energetiza, nos afecta. Estrictamente hablando, las pasiones no tienen signo moral: ni nos hacen mejores, ni peores. Son una mera circunstancia en nuestras vidas.

Pero lo que hagamos con la fuerza de nuestras pasiones, eso si tiene signo ético o moral. Aquéllas son energía que nosotros convertimos o permitimos que se conviertanen actos. Un hombre o una mujer sensata domina sus pasiones, no se deja dominar por ellas. Como un auriga experimentado, puede usar esa fuerza motriz para externarla de una manera constructiva, creativa, benéfica.

La envidia es quizá una de las pasiones más destructivas que florecen en el medio de los artistas, intelectuales y agentes culturales de Torreón. El medio de la culturade nuestra ciudad tiene fama de estar eternamente polarizado, fragmentado en grupos, o solidarios o antagonistas. El chisme, la calumnia y la mentira sistemática son modos que muchos usan para descalificar a sus rivales. Muchas veces basta con brillar un poco para convertirse en rival de estas personas o grupos.

Cuando los o las intelectuales que sienten envidia de sus homólogos permiten que estas pasiones se conviertan en actos de agresión, lo único que hacenes mostrar su verdadera estatura como intelectuales y artistas enanos. No es calumniando como se les reconocerá su talento ni con sus calumnias le quitarán el brillo a quienes se lo han ganado con su trabajo. A final de cuentas, cada quién cosechará lo que haya sembrado. No es importante lo que uno diga sobre sí mismo o sobre los demás; lo verdaderamente importante, lo que realmente cuenta, es la obra de cada quién.

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